Gabriel Blanco es un investigador y profesor universitario experto en cambio climático. Entiende que la transición energética debe pensarse con diversificación de fuentes y descentralización de la producción. Pero también llama a reflexionar sobre para qué estamos consumiendo tanta energía.
Gabriel Blanco es profesor e investigador de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen) en energías renovables, cambio climático y sustentabilidad. Con casi 30 años de estudios en estas áreas, siempre se ha preguntado por el nudo del problema que hay detrás de la crisis climática que ahora ya es una amenaza real.
En ese contexto, entiende que la transición energética debe pensarse bajo ciertas guías como la diversificación de fuentes y la descentralización de la producción. Pero también reflexionar sobre para qué estamos consumiendo tanta energía.
Blanco ha asesorado a organismos argentinos e internacionales y es autor coordinador de los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC).
-¿En qué contexto hay que pensar y realizar la transición energética que se necesita para frenar el cambio climático?
-Antes de pensar en cómo debería ser la transición energética, hay que pensar para qué la queremos hacer. Para qué queremos litio, por ejemplo. Es allí donde empezamos a llegar al nudo del problema. Si la transición energética va a ser solo un cambio tecnológico, entonces me parece que no se está entendiendo cuál es el problema. Si el objetivo es sólo frenar el cambio climático, tampoco se está entendiendo el problema. Todos sabemos que es lo que está detrás de todo eso: un modelo y un paradigma de desarrollo que es claramente insostenible. El desarrollo exponencialmente es insostenible en un planeta finito.
-¿No piensa que con la transición energética se está atacando a ese problema de fondo?
-Está claro que el sistema energético actual es insostenible en nuestro planeta. Pero esa transición tiene que incluir un par de guías claves: diversificar y descentralizar los recursos y analizar para qué realmente estamos consumiendo energía. Diversificar y descentralizar van de la mano. Significa utilizar diferentes fuentes de energía ubicadas en diferentes regiones. Así se reduce el estrés sobre los distintos recursos naturales. En Argentina el 86% de la energía proviene del petróleo y gas. No parece ser muy inteligente, sobre todo cuando esos combustibles no los podés producir. Si no se diversifica el país queda muy vulnerable. En tanto, la descentralización implica bajar de escala la tecnología, para no depender de grandes empresas para obtener la energía. El ejemplo más claro de descentralización es instalar calefones solares en las viviendas. La diversificación y descentralización también involucraría más actores en la cadena productiva y promovería el desarrollo territorial. Además, cuando se conoce cómo y dónde se produce la energía, la gente toma conciencia y tiene más cuidado. Ocurre con el agua y con los alimentos.
Eficiencia y racionalidad
–También plantea analizar en qué consumimos la energía. ¿Habla de ser más eficientes?
-No solo eso. Replantearnos si algunos consumos son realmente necesarios. Hay que pensar en un uso un poco más eficiente pero también racional. No solo se resuelve con tecnología, sino sobre todo con comportamientos individuales y colectivos. Un ejemplo, todavía seguimos construyendo las viviendas desentendidos completamente de cómo funciona el mundo. Entonces en Argentina hacemos nuestras casas con las ventanas mirando al sur, en lugar de hacia el norte. Y no ponemos árboles en la vereda. Solo con esas dos acciones se puede ahorrar mucha energía en climatización e iluminación. Entonces, no sé si tiene sentido crear un parque solar para alimentar consumos irracionales.
-¿Cómo debería capitalizar el recurso de litio que tiene Argentina?
-El temor es que se repita la historia de América con otros recursos. Fueron las minas de plata del Potosí, el quebracho de La Forestal y ahora la soja. Desde acá siempre está la idea de que algún recurso natural nos va a salvar. Hay otro concepto errado que esa riqueza derrama al resto de la sociedad. Mi temor es que pensemos igual con el litio.
-La diferencia es que ahora el litio aparece en el escenario mundial como un recurso clave para frenar una crisis climática.
-El litio es muy importante para lograr un transporte más sostenible y así contribuir a mitigar el cambio climático. Pero no deja de ser una contribución más para solucionar este problema global. También está la contaminación, las fuentes de agua, etc. Entonces vuelvo a mi idea inicial: ¿queremos el litio para reemplazar a los millones de autos que circulan?. En realidad, deberíamos empezar por cambiar el transporte y promover el uso de la bicicleta y otros medios de micromovilidad. Si al final de eso vemos que es necesario cambiar la tecnología de los vehículos, entonces podemos pensar en producir baterías de litio, con todo el impacto que eso tiene.
El riesgo de empeorar
-Los expertos en cambio climático entienden que es urgente realizar esa transición energética sostenida por estos cambios tecnológicos.
-Estamos en esa encrucijada, porque parece que no tenemos tiempo para pensar en el problema inicial. Entonces hay que embarcarse en cualquier cosa. Pero yo me tomaría un tiempo para pensar bien. Es cierto que el tiempo apremia, pero no me embarcaría en cualquier cosa por la urgencia del cambio climático. No me embarcaría en la captura y almacenamiento de carbono ni en otras soluciones tecnológicas. Mi sensación es que si nos embarcarnos en cualquier cosa por la urgencia, nos va a llevar a situaciones todavía peores.
-Como investigador ha elaborado diversos escenarios energéticos para mitigar el cambio climático. ¿Qué papel juegan allí las baterías de litio y la electromovilidad?
-Los escenarios energéticos que elaboramos demandan transformaciones gigantes, si el objetivo es llegar a emisiones cero. En ese marco, para llegar a emisiones cero, el sector transporte tiene que tener cero emisiones. Nosotros proyectamos un sistema de transporte que se va transformando a eléctrico con los años hasta llegar a 2050 con todo electrificado. Pero advertimos que ese escenario puede tener otros impactos ambientales como el uso del agua en la cadena del litio y conflictos socioambientales. Otro escenario, compatible con la electromovilidad, es lograr un cambio modal, es decir, pasar del vehículo particular al transporte público y otros medios de movilidad más sustentables. Lo que se observa en otros países que están intentando eso es que es muy difícil lograrlo.
-Esta crisis climática global representa un desafío enorme para nuestra civilización. ¿Qué tan optimista es en que como civilización lo vamos a resolver?
-Hace casi 30 años que investigo esta temática y el diagnóstico es complejo. Como científico trato de ir al corazón del problema, porque allí pueden estar las soluciones. Allí uno se da cuenta que son siglos de desarrollo montados en una serie de recursos naturales como el petróleo, carbón y gas, con los que se creó ilusión de que nos podíamos independizar de los ciclos naturales del planeta y de que el planeta era infinito. Pero ahora empiezan a florecer los problemas que nunca tuvimos en cuenta. Dicho esto, si fuera pesimista, no estaría 15 horas al día estudiando esto. Cuanto más entendemos el problema, más posibilidades tenemos de lograr soluciones sustanciales.
Centro de Derechos Humanos y Desarrollo.